LA EDUCACIÓN EN MÉXICO Y CÓMO LA CONDUCE EL GOBIERNO.
No tengo duda que la educación conduce al progreso, pero no, si quién la orienta es un gobierno cuyo proyecto de nación está influenciado por agentes externos, cuyo único interés está en la economía y el pueblo es únicamente visto como mano de obra para el mantenimiento del sistema capitalista, donde los que más tienen y menos trabajan explotan a los que menos tienen y más trabajan por salarios mínimos que no satisfacen las necesidades básicas del ser humano.
La educación que se imparte en países americanos hispanohablantes muestra similitudes en cuanto al curso que se ha ido forjando a lo largo de la historia, con gobiernos autoritarios en algún momento de su trayecto, cada uno orientando la educación de acuerdo a la ideología que deseaba instaurar.
Mis comentarios los centraré en México, donde el rumbo de la educación a lo largo de la historia ha avanzado a un ritmo cuestionable, de manera desarticulada y con reformas discontinuas, donde cada gobierno juega con el poder, proponiendo proyectos que al iniciar otro sexenio pierden el seguimiento y por tanto no se vislumbran los resultados.
Asimismo, una vez que los gobiernos pasan a segundo plano el campo y centran su atención en la industrialización, ya no es prioridad educar al pueblo y brindar una verdadera formación integral, en ese momento, el pueblo pasa a ser el recurso que es necesario preparar para las actividades productivas, en otras palabras, al impulsar la educación técnica, tanto a nivel bachiller como universitario, se está preparando la mano de obra. Aún cuando en los Planes y Programas el discurso sea elocuente y lleno de “buenas intenciones”, al final es sólo teoría.
La educación, un derecho fundamental, se convierte en el medio para encauzar el proyecto de nación con miras “al progreso”, por supuesto, que al hablar de ello, los gobernantes nunca nos aclararon que los únicos que progresarían serían quienes manejan el capital y no quienes contribuyen con su trabajo a generarlo.
Un elemento que comparte Cuba, Colombia, México y Estados Unidos es el control del gobierno a través de un organismo creado específicamente para encargarse de lo concerniente a la educación, y en el caso de México, me refiero a la Secretaría de Educación Pública (SEP), fundada en 1921 y considero importante destacar su papel por las razones que aparecen en las siguientes líneas. La SEP ha sido la institución encargada de administrar y dirigir la labor educativa en México, el medio que ha utilizado el Estado para hacer llegar a ciudadanos y próximos a serlo, el saber, tomando las medidas convenientes “acorde a las necesidades del pueblo”, pero más que todo, al sistema socioeconómico imperante.
Actualmente, el gobierno mexicano Peñista, en su afán de adaptar el país a las condiciones de globalización y mercado mundial, ha puesto en marcha una serie de reformas estructurales, aplaudidas por organismos como el Banco Mundial (BM) o la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), pero cuestionadas por el pueblo mexicano y ello, debido a que a pesar de las manifestaciones y marchas, no se tomó en cuenta la opinión del pueblo, cuando se supone vivimos en un Estado Democrático, la realidad es que esa es una bandera, que oculta un sistema autoritario, donde únicamente deciden quienes ostentan el poder legislativo y ejecutivo.
Teóricamente, a partir de las modificaciones constitucionales se aspira a una educación de calidad, ya mencionada desde sexenios atrás, pero hasta hoy estipulada en la ley, lo cual suena interesante si ello se logra. Sin embargo, la otra cara de esta reforma vislumbra un oscuro futuro para el magisterio mexicano, donde se vivirá con la incertidumbre de un posible despido por reprobar un examen que no garantiza en ningún momento la competencia o incompetencia de un docente en el aula, además de ser una prueba estandarizada subjetiva y mal elaborada.
En definitiva, la lucha por un país mejor continúa, si el gobierno no fija sus ojos en el pueblo, entonces el docente, hoy más que nunca debe asumirse como un profesional y no un simple ejecutor, es decir, asumir el papel de agente de cambio, nuestro servicio es para el pueblo, tenemos en nuestras manos la posibilidad de generar realmente personas críticas, capaces de cuestionar las decisiones de su gobierno, en otras palabras, promover una revolución desde las aulas, sin olvidar la formación integral del educando, de tal manera que las herramientas que reciba en el aula le permitan hacer frente a los retos que depara nuestro futuro.